Zagreb. La habitación retumba con "Más de cien
amaneceres" mientras las vetustas paredes acolchan las protestas
"vecinales". Nando (guitarras), Edu (batería), Pedro (guitarra y voz) y
Raúl (bajo y coros) han conseguido ser más FUGA que nunca. Son ellos
mismos haciendo lo que mejor saben: rock. Pasarán los años y esta
colección de canciones no será presa del olvido, más bien se convertirá en
la banda sonora de la consolidación de una nueva etapa marcada por el
espíritu de banda, ya que todos han tomado parte tanto en la composición
como en las letras. Lo que viene a ser un verdadero trabajo en equipo. Un
camarote en el que han zambullido ideas hasta cosechar once canciones
directas, con un amplio abanico de tiempos no exentos de los ya habituales
detalles de auténtico lujo. Momentos en los que de nuevo las guitarras de
Nando brillan con luz propia a lo largo y ancho de todo el álbum pero
también hacen hueco a la mandolina y a las cuerdas más sutiles ("La
trastienda"). Pedro ha conseguido hacer de su voz un versátil velero
que navega con igual sentimiento a paso lento ("Maldita") o
acelerado ("Ser yo mismo"). El tándem formado por Raúl (un titán
que también deja buena muestra de su poderío vocal en "Un año de
resaca") y Edu ha hecho de la precisión la autopista por la que esta
FUGA discurre a toda velocidad. El álbum no se anda con chiquitas, entra a
quemarropa desde el minuto uno con "Ser yo mismo", quizá el más
fuguero, que da pie sin tregua al primer single, "Los lunes de
olvido", tema redondo por excelencia que reúne todas las claves del
éxito de LA FUGA.
Grabado, mezclado y masterizado por Iker Piedrafita, el
pequeño genio de Artica ha sabido llevar a la banda hasta sus
característicos muros sonoros pero sin perder su esencia. Los ha
rejuvenecido sin que por ello pierdan su particular sonido. Suenan y
sueñan como quieren hacerlo. Y no se les caen los anillos, todo lo
contrario, al evocar religiones como EXTREMODURO ("En el tejado") o
PLATERO Y TÚ ("A quemarropa") mientras hacen suyo el espíritu más
festivo de LOS CALIS ("Camarote"). Si patearon la piel de toro de
arriba abajo con "Raíces", estos amaneceres se convertirán a buen
seguro en más de 100 citas nocturnas con el rock que les da la vida y
regala felicidad a sus "presos". El altar femenino sigue siendo leit motiv
principal pero también pisan el barro y desenmascaran la realidad del
negocio musical (la citada "Trastienda") a la par que ponen los
puntos sobre las íes a la cruda realidad que nos toca vivir ("En los
huesos").
No hay comentarios:
Publicar un comentario